jueves, 2 de julio de 2015

Tecnología y crisis marcan la diversión

ALICIA IBARRA

Cine

"El tamaño de los cines no ha parado de crecer, son tan grandes que solo pueden estar en los centros comerciales de las afueras", cuenta la madrileña Andrea Fernández, de 39 años.Como ella, muchas personas han cambiado su manera de divertirse y optan por ir a los multicines por su comodidad y por su alto nivel tecnológico en lugar de a las salas antiguas.

"Si quiero ver una película con los niños en 3D no se me ocurre ir al centro donde es imposible aparcar y hay mucha gente para entrar a la sala", señala. "No creo que los cines antiguos no interesen o no gusten a nadie, porque luego son los primeros en llenarse en la Fiesta del Cine", rememora cuando le preguntamos por qué cree que tantos locales han cerrado en esta crisis.

"Recuerdo ir con mi novio de entonces al cine y el tamaño de las bolsas de palomitas no era tan grande como ahora, son gigantescas", comenta entre risas. Andrea representa la opinión de muchas personas de su generación que han modificado la forma de relacionarse en estos 15 años: cuando eran jóvenes iban a las salas del centro de la ciudad y ahora prefieren los centros comerciales y sitios más familiares.

De esta manera, los pequeños cines de barrio y de las zonas céntricas de las metrópolis, que lograron sobrevivir a los primeros años del milenio, han terminado por desaparecer durante estos años de crisis económica y de continuas innovaciones tecnológicas.

A los propietarios de estos espacios no les salía rentable, con el poco público que tenían, hacer grandes inversiones para poner equipos para las películas 3D y han terminado cerrando. Pero con ellos, también se ha perdido la emisión de las películas que no eran de estreno, que podías ver hasta altas horas de la noche durante la llamada "sesión golfa", y que te hacían disfrutar de la versión original o los clásicos en blanco y negro.

Algo que muchas personas han denunciado en plataformas como Change.org, pidiendo que no se perdiera parte de nuestra cultura, ya que muchas de estas salas han acabado siendo convertidas en tiendas de ropa. Aunque no siempre ha sido así, los gigantescos Cines Luchana de Madrid han sido reconvertidos en cuatro salas de teatro, manteniendo la estructura de cine antiguo.

La series de televisión, cada vez más de moda

Otro mundo, íntimamente relacionado con el cine, es el de las series de televisión. En los últimos años se han puesto de moda, sobre todo las estadounidenses como Mad Men, Juego de tronos, The Walking Dead, The Wire o Los Soprano.

Aunque si hay una serie que dio el pistoletazo de salida a esta maratón audiovisual, fue Perdidos en 2004. Con ella se crearon los primeros grandes clubs de fans de series de televisión y conferencias, al más puro estilo de los seguidores de míticas sagas como Star Wars. Todo un mundo para seriéfilos, que también ha tenido su hueco en internet, con páginas de crítica y recomendaciones como Cinéfagos o Los Lunes Seriéfilos.

Con ellas terminó de afianzarse el concepto de "cine en casa", y cada vez son más personas las que prefieren las series a las películas por la brevedad de los capítulos y las múltiples variaciones de guion. "Cuando llego a casa después del trabajo no puedo ver una película de tres horas porque me quedo dormido, prefiero ver un capítulo de una serie que dura 45 minutos", cuenta Daniel López, de 26 años.

"Solo veo cine los fines de semana y cuando lo hago es en casa, porque las entradas están muy caras", admite cuando le preguntamos sobre cuándo fue la última vez que fue a una sala.

De esta manera, se puede afirmar que el precio es una de las cosas que tienen en cuenta los espectadores. Lo que cuesta ver una película normal (en 2D) en España es 6,97 euros, y si hablamos de cine 3D el precio sube a una media de 7,87 euros, un 12,9% más, según un estudio de Facua Consumidores en Acción.

Además, aunque la mayoría del público se decantó por el 3D en los primeros años del milenio, a partir de 2012 su demanda ha bajado, según datos de Fox Internacional. Bien por cuestiones de precio o bien porque algunas películas no están hechas para este formato, lo cierto es que muchos cines que habían invertido en adaptarse al 3D, han fracasado en su apuesta.

El 3D cambia el mundo de los videojuegos

"Los videojuegos cambiaron radicalmente tras el lanzamiento de Playstation 1 y los gráficos en 3D", comenta por otro lado el granadino Álvaro Maldonado de 26 años, licenciado en Periodismo y en Comunicación Audiovisual. "Ha habido grandes generaciones de consolas en estos quince años: la de Playstation 2 y la Xbox, la de Playstation 3 y la Wii, y la actual de Playstation 4 y la Xbox One", explica.

Maldonado es un auténtico gamer y conoce a la perfección cómo ha cambiado el mundo de los videojuegos en estos años. "Recuerdo que mis amigos y yo alucinábamos con la Nintendo 3DS porque tenía cosas en 3D, aunque lo que supuso un cambio en la manera de entender los videojuegos fue la Wii", añade. Esta consola fue la primera en disponer de mandos sin cables, solo conectados con infrarrojos, que permitían y fomentaban que el jugador se moviese y jugara acompañado de familia y amigos. También fue la primera consola utilizada para hacer deporte en casa.

Para Maldonado, una de las cosas que más ha cambiado son los propios juegos y las compañías que hay detrás de ellos. "Las grandes desarrolladoras están sacando refritos y no juegos realmente nuevos, y son las desarrolladoras indies quienes están apostando por la innovación", dice. Lo cierto es que cada vez más desarrolladoras independientes están sacando juegos con bastante éxito entre los gamers. Esto sucede porque en plataformas como Steam estas pequeñas compañías dan a conocer sus juegos sin haberlos aún acabado, permitiendo que los usuarios los prueben y que digan qué fallos ven o qué les gusta a través de chats.

Es el caso de Rust, videojuego de supervivencia indie creado en 2013 por Facepunch Studios. "Páginas como Steam permiten el feedback entre pequeñas empresas de este sector y usuarios para crear juegos realmente chulos, cosa que los grandes no hacen y todos los juegos de los últimos años han salido con fallos", incide Álvaro Maldonado.

Como él, son muchos los jóvenes que no solo tienen consolas, sino que además usan el ordenador para poder compartir opiniones con otros jugadores. Con internet, el mundo de los videojuegos ha cambiado por completo. Mientras que a principios de siglo todavía quedaban algunas salas recreativas, donde poder divertirse con consolas individuales, en 2015 casi todos los videojuegos permiten conectarse a la red y competir con otros usuarios.

De hecho, los juegos de antes tenían un principio y un final, pero ahora si quieres terminarlos tienes que descargarte o comprar la última parte. Otra cosa innovadora de nuestra época que por 2000 no existía eran las grandes convocatorias para gamers. Lo más parecido que había eran las ferias de manga, donde había algún expositor de videojuegos. Ahora, con eventos como Madrid Games Week, que solo en la edición de 2014 tuvo más de 55.000 visitantes, los amantes de este sector tienen su propia feria donde poder disfrazarse, conectarse y jugar con miles de personas.

Videojuegos

Sin embargo, todos estos cambios en la manera de divertirnos pueden tener su lado negativo. "Los usuarios pasamos más de dos horas conectados desde el móvil, smartphone y tableta", dice el último estudio de Interactive Advertising Bureau Spain (IAB). Es decir, mucho tiempo con estos dispositivos en casa, ya sea para jugar, leer, ver películas o chatear.

En este sentido, cada vez más personas leen e-books más que libros en papel. Solo hay que echar un vistazo al vagón de cualquier tren para saber que aunque no ha cambiado el hábito de lectura si lo ha hecho el formato. Aparte de esto, hay que tener en cuenta el tiempo que de por sí empleamos en el trabajo delante del ordenador, que supone una media de más de ocho horas.

"Nueve de cada diez personas usan el móvil y las redes sociales cuando ven la televisión", dice IAB. Por lo que no solo vemos películas o series en casa, sino que también usamos el móvil para, por ejemplo, comentar en las redes sociales cómo ha sido el último capítulo de Juego de tronos.

Una sobreexposición que provoca sequedad ocular, pérdida de horas de sueño o dolor de cabeza, algunos de los síntomas del llamado Síndrome del Ordenador o Síndrome de la Pantalla de Visualización (SPV). Esta patología era inexistente hace 15 años y sin embargo ahora se considera uno de los principales problemas de salud, tanto de nuestros días como de futuro. Así, IAB dice que puede provocar que tres de cada diez españoles tengan miopía en 2020.

Los festivales: otra manera de disfrutar de la cultura

No obstante, no todas las actividades con las que nos divertimos tienen que ver con la tecnología. Recorrer medio país para escuchar a uno de tus grupos de música favoritos también es otra manera de disfrutar la cultura. Así es el mundo de los llamados festivaleros, que duermen a pie de playa o en grandes explanadas solo para oír música en directo.

"Los noventa fueron la llave del cambio para los conciertos masivos de música", explica Angie Capel desde Murcia. La joven, de 24 años, es periodista musical y licenciada en Derecho. "Los que cubrían estos primeros festivales siempre cuentan cómo se las ingeniaban para ir a las iniciales ediciones del FIB, el Dcode, el Santander Music, la incredulidad que provocaban los primeros carteles del Sónar en Barcelona o del Festimad, y las maravillosas anécdotas del ya caduco Espárrago Rock en Andalucía", añade.

El boom de los festivales surgió a partir de la primera década del milenio y desde entonces no ha parado de sumar adeptos. Generación tras generación, los jóvenes se enganchan a estos eventos culturales y hasta llegan a coleccionar las pulseras de entrada a los recintos como si fueran auténticos trofeos.

Todo ello unido al buen tiempo que hace en nuestro país durante la primavera y el verano, ha hecho que no solo los españoles los disfruten, sino también extranjeros. Tanto es así, que desde la Conselleria de Economía, Industria, Turismo y Empleo de la Comunidad Valenciana han elaborado un paquete conjunto que promocione y venda a los foráneos los considerados tres grandes festivales de música de la Comunidad: el FIB de Benicàssim, el Benidorm Low Festival y el Arenal Sound de Burriana.

Para hacernos una idea, al primero de ellos acudieron más de 120.000 personas, donde más de la mitad (60%) eran jóvenes del Reino Unido. "El crecimiento y la importancia de los festivales es consecuencia del aumento del interés por parte de los fans y de los patrocinadores", habla la joven.

Para ella, donde hay público, hay marcas dispuestas a poner dinero. "Un claro ejemplo de evolución festivalera es el Primavera Sound, que ha pasado en 15 años de traer a 19 grupos y tener 7.700 personas de público, a conseguir que toquen hoy 200 bandas y reunir a una media de 200.00 personas", señala.

Sin embargo, y como nos remarca Capel, también cabe destacar que cada vez se hace más palpable la existencia de una "generación festival"; es decir, gente joven que solo va a un festival para divertirse con sus amigos sin saber quiénes tocan. "Llevan la apertura de mente como estandarte", comenta. Sin duda es una forma diferente de vivir los festivales, pero no criticable.

"A fin de cuentas este segmento joven se ha convertido en el principal consumidor de música en directo", concluye. Pero los festivales, al igual que el resto de sectores en la cultura, también han notado la crisis.

Sus grandes cifras esconden bajadas en el número de asistentes y en la recaudación. La última edición del FIB, celebrada el julio del pasado año, tuvo casi 30.000 fibers menos respecto a años anteriores. El murciano SOS 4.8 tuvo 20.000 personas menos en sus recintos en 2014 y el Sónar unas 11.000 entradas menos vendidas.












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