Cuando las cosas parecen no ir muy bien es momento propicio para detenernos y analizarnos. Sobre todo cuando creemos que estamos fallando como hijos, padres, amigos. Cuando la tristeza se nos va convirtiendo en depresión o frustración por que las situaciones que vivimos están muy lejos de resultar como esperábamos.
Hay quienes desahogan estas emociones consumiendo licor, llorando o mostrando rabia ante quienes le rodeen, llegando a agredir incluso a quienes más le amen. Y cuando a punta de recurrir a esas conductas se calman las emociones, entonces puede venir una quietud forzada pues su causa verdadera sigue allí. Es como cuando duele la cabeza con frecuencia y buscamos calmarla con analgésicos pero no indagamos el origen de la dolencia.
En esos estados vulnerables es cuando nos convertimos en blanco fácil de quienes andan por el mundo disfrutando del mal ajeno, de quienes apuestan por vernos en desasosiego, molestos y capaces de perder el control aunque ello conlleve transgredir las normas sociales, agredir a nuestros amigos, compañeros de estudio o trabajo, y lastimar a los hijos, hermanos, padre, madre o pareja.
Sin embargo, cuando estamos preparados para saber por qué asumimos determinadas conductas en un momento dado; si dedicamos tiempo a investigar ya sea con material académico preparado por verdaderos expertos en conducta humana; consultamos con profesionales en el área; o bien, decidimos sentarnos a descubrirnos, entonces es poco fácil dejarnos arrastrar por conductas que a la larga serán dañinas para nosotros mismos y quienes tengan la mala fortuna de rodearnos.
Resulta que esa impotencia extrema que sentimos cuando esperamos transporte público que no fluye adecuadamente o cuando algún allegado hace algún comentario cuyo contenido consideramos ofensivo o malintencionado para humillarnos o dañarnos, es solo la punta de alguna causa que está muy lejos de esas situaciones sean cotidianas o no.
En el caso de las chicas resulta que nuestro humor o emociones suelen verse afectados por cambios hormonales que ocurren en el cuerpo ya sea por estar ovulando, embarazada o experimentando la menopausia. Y si ignoramos estos procesos definitivamente la pasaremos muy mal, porque si no entendemos que el fastidio, molestia o cualquier otra emoción que sentimos en un momento dado pueda ocurrir por estos procesos físicos entonces será más difícil enfrentarlos, asumirlos y buscar la forma más adecuada de resolverlos.
En el caso de los chicos, la cuestión no es muy diferente. Cuando atraviesan los cambios propios de la adolescencia suelen ser bastante vulnerables, por la reacción de la gente ante su acné, forma de vestir, peinarse y hasta expresarse. Y cuando llega la andropausia también pueden llegar a frustrarse o deprimirse ante los cambios físicos propios de la edad mayor, cuestión que también puede afectar a las damas en mayor o menor grado, de acuerdo a como estén preparados sicológicamente para asumir su imagen frente a un espejo.
La idea tampoco es ir por la vida sonriendo ante las dificultades. Los contratiempos son cosas que no podemos cambiar. El propósito es ayudarnos a digerir la impotencia, rabia, tristeza o frustración sin quedarnos anclados. Entendiendo que son emociones pasajeras y que de nosotros depende hacerlas poco permanentes o recurrentes, en pos de nuestra salud mental y física.
Cómo lograrlo: piensa en cómo te sientes. ¿Te sientes frustrado, disgustado, triste, decepcionado? Dale un nombre a lo que estás experimentando porque así lograrás cierto control sobre esa emoción; menudo los contratiempos en sí no son el problema sino tan solo la gota que colma el vaso. ¿Te sientes frustrado porque has perdido el autobús o porque el día anterior te negaron un ascenso? Buscar la causa es fundamental porque es imposible solucionar el problema si no conocemos qué lo origina; con frecuencia nos concentramos en los aspectos negativos pero toda situación -por muy mala que sea- siempre tiene lados positivos. La idea es prepararse para solucionar el problema y tomar el control de las emociones.
María Elena Araujo Torres
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