HÉCTOR LLANOS
Una cosa es tener éxito profesional en todos los proyectos que hagas y otra lo que le está ocurriendo a Dani Rovira. Todo lo que haga el protagonista de Ocho apellidos vascos parece asunto de Estado. Hasta la cúpula del Gobierno presta especial atención a sus deseos, como él mismo nos cuenta en esta charla. El cómico y actor es el primer sorprendido ante esta situación, que también tiene su reverso negativo. Acaba de estrenar Ocho apellidos catalanes, la secuela del éxito que lo convirtió en un fenómeno social y que esta vez traslada su humor a nuevas tierras, con la incorporación de Rosa María Sardá y Berto Romero al reparto.
En ese seguimiento exhaustivo que le hacen los fotógrafos, lo hemos visto practicando todo tipo de deportes, y él se confiesa amante de la adrenalina. Quizá por eso sigue disfrutando de los monólogos de humor, con los que empezó como actor y que también han cimentado su éxito televisivo en El club de la comedia. Dice que presentar la ceremonia de entrega de los Premios Goya hace unos meses fue como un monólogo maratoniano. Ahora está a punto de repetir la experiencia como maestro de ceremonias de la próxima edición, a principios de año.
¿Es buen momento para estrenar una comedia sobre la identidad catalana?
Pufff... Pues no lo sé. ¿Lo sabe alguien? Supongo que a nivel comercial puede ser el mejor momento posible, porque el asunto es cuando está más en boca de todos, tanto para bien como para mal. Además, el estreno coincide en medio de dos fechas muy señaladas: un mes después de las elecciones catalanas y uno antes de las generales y además un 20-N, que tiene guasa la fecha.
¿Qué encontramos en esta entrega?
Nos vamos a encontrar con el sello auténtico de Ocho apellidos vascos, ya que la vuelve a dirigir Emilio Martínez Lázaro, porque cuenta con nosotros, los actores, de nuevo, y porque los que se han incorporado esta vez han sabido captar la esencia de nuestra historia. Por la sensación que he tenido al rodarla, me parece que es una película con mucho más humor que la anterior; es mucho más divertida. Dentro del género de comedia romántica, esta vez creo que es mucho más 'romántica' y mucho más 'comedia', aunque quizá no tenga el factor sorpresa que generó el tsunami social y taquillero que vivimos. Mi sensación es que puede ser mucho mejor.
El cuarteto protagonista ya se tiene tomada la medida, pero ¿cómo ha sido trabajar con los nuevos, Berto Romero y Rosa María Sardá?
Él es uno de los tipos más rápidos e inteligentes que puedan existir al servicio del humor. Tenemos mucha suerte en esta profesión por tener a alguien como él. Con ella hemos disfrutado muchísimo. Aunque su estado de salud es ahora un poco delicado, cada secuencia suya ha sido una lección interpretativa. A pesar de estar cansada y de tener achaques, cuando rodaba era infalible la tía. Además, ya veréis que ha construido un personaje maravilloso.
Hace unos meses, la Asamblea Nacional Catalana utilizó unas declaraciones suyas para hacer campaña política con ellas. ¿Teme que algo así pueda ocurrir de nuevo con el estreno de esta película?
No me sentó nada bien que usaran palabras mías sacadas de contexto para beneficio político propio e incluso económico. Como persona libre que soy, manifiesto mi opinión sin problemas.
¿Y cuál es su postura a día de hoy con respecto a la situación catalana?
Prefiero no dar una respuesta, no me interesa manifestarlo de forma pública.
Es que, de un tiempo a esta parte, cada cosa que dice o hace se mira con lupa.
Se lleva como se puede, porque, al ser consciente de ello, estoy pendiente de ir con pies de plomo ante cada cosa que digo o hago. No me apetece que mi libertad quede coartada, pero he aprendido a ser más cauto y elegante; tengo que pensarme muy bien las cosas antes de soltarlas y también informarme mejor sobre lo que voy a opinar, ya sea en Twitter, en una entrevista como esta o ante una cámara en un estreno.
Una de sus múltiples facetas televisivas es la de los monólogos, con los que ha obtenido gran repercusión.
Es que es lo que empecé haciendo cuando me metí a actor, así que en ese formato me siento muy a gusto, ya sea en un teatro o ante las cámaras de El club de la comedia. El programa se graba en un teatro a rebosar con el público entregado y te olvidas de que hay cámaras y de que es televisión, solo disfrutas del momento. Es más inmediato incluso que el teatro, porque el público reacciona casi a cada frase que dices. Te obliga a estar muy alerta el tiempo en que estás sobre el escenario, es una adrenalina que da mucha vida a la profesión.
En breve volverá a estar al frente de la gala de los Goya. Teniendo en cuenta que no le gusta repetir las cosas, es de suponer que todo será distinto al año pasado.
En lo que a mí respecta, intentaré cambiar lo más posible, pero dentro de lo que cabe, porque es un formato en el que hay muchos elementos que no pueden faltar (entrega de premios, discursos, momentos musicales...). Llevo meses barajando ideas con el director y con mis compañeros guionistas para innovar. La primera vez quedó todo muy bien. Miraron con lupa, pero el resultado fue bueno. Supongo que esta vez estarán esperando a ver dónde fallamos, pero asumo ese riesgo.
¿Es usted mitómano?
Jamás. Lo más fan que he sido de alguien es de Faemino y Cansado. Cuando empecé en la profesión me propuse de forma inconsciente no empaparme demasiado de nadie porque tenía miedo de parecerme a otros. Todo el proceso de crear mi personaje y de crecimiento artístico no se apoyaba en eso. Me hablaban de otros cómicos y yo no tenía ni idea. El enriquecimiento llegó más tarde, cuando ya creé mi sello propio; y fue cuando descubrí a Pepe Rubianes o Pedro Reyes, y luego a estadounidenses como Louis C. K.
Una película que lo marcara en especial.
De entre muchas, Big Fish, de Tim Burton. Creo que es la gran película dedicada a los cuentacuentos, que es lo que he sido yo durante muchos años. Relata muy bien esa mezcla entre magia y realidad en el espíritu de quienes se dedican a algo así.
¿Por qué está especialmente sensibilizado con la protección de los derechos de los animales?
Supongo que es una cuestión de piel. Llevo muchos años colaborando en Málaga con diversas asociaciones que se ocupan del Síndrome de Down, la parálisis cerebral, drogodependencias... Una de ellas es la protectora de animales y es verdad que es la que más me duele, supongo que porque son los únicos que no tienen la capacidad de defenderse. Me parecen los más vulnerables. La emoción que me transmiten y el dolor que puedo llegar a sentir por su causa es mayor. Creo que estoy en un momento en el que puedo colaborar para ayudar a cambiar cosas, lo hago con todo el placer.
De hecho, El Hormiguero le ha dado la oportunidad de desarrollar ante los espectadores su labor en este aspecto.
Me agradecieron mucho que aceptara participar, pero yo creo que las gracias se la tengo que dar yo a ellos, porque es una sección muy necesaria en un programa de esas características. Me han abierto una ventana maravillosa.
Hace poco coincidió en el programa con la vicepresidenta del Gobierno, Sáenz de Santamaría.
Le pedí en directo que dieran una vuelta de tuerca al Código Penal con respecto al maltrato animal y, fuera de cámaras, al día siguiente, se puso en contacto conmigo el ministro de Justicia para prolongar el diálogo. Es la parte buena de esa atención brutal que despierta todo lo que hago. Como no me considero tan importante como para merecerlo, me parece genial poder desviar esa atención hacia cosas como estas.
¿Va a votar en diciembre? ¿Cree que merece la pena votar?
Siempre merece la pena votar, por el mero hecho de que nuestros abuelos no pudieron hacerlo. En este país se ha luchado mucho para que tengamos ese derecho. Otra cosa muy diferente es que opine que la democracia que tenemos ahora solo existe una vez cada cuatro años y no a diario, como debería de ser. Votas a alguien para que durante cuatro años haga lo que le salga de los cojones. Pero bueno, por ahora la única manera que tenemos de quejarnos y expresar nuestra opinión en ese aspecto es yendo a votar. Así que yo sí voy a ir. Aunque no se esté de acuerdo con ninguna opción política, siempre hay alguna alternativa, por pequeña que sea, que representa algo con lo que sentirse identificado, como el Partido Animalista, sin ir más lejos.
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