PILAR SANZ
- El cineasta acaba de terminar el rodaje de su próxima película, 'La reina de España', que estará lista para otoño.
- Ha vuelto a reunir para ella, 18 años después, a casi todo el elenco de 'La niña de tus ojos' para rodar otra historia de cine dentro del cine.
- Revela que, si es posible, le gustaría que fuera una trilogía.
El director de cine Fernando Trueba nos recibe en su casa de Madrid, la misma en la que vive desde hace treinta años, un día después de terminar el rodaje de La reina de España, donde repite con casi todo el elenco de La niña de tus ojos y que no quiere que se entienda como una secuela; ahora sabemos que, si hay suerte, será la segunda de una trilogía. La película aún no está terminada “ni mucho menos” (prevé tenerla lista para otoño). Es un bonito proyecto para una vida; el proyecto de su vida.
¿Cómo se vivía el cine en su casa?
En mi casa no se vivía el cine, era una casa humilde. Mis padres trabajaban como esclavos… mi padre nos llevaba a ver cosas grandiosas, el cinerama, cuanto más grande, mejor. Le gustaban las históricas: El Cid, La conquista del Oeste… era un acontecimiento como la cabalgata de Reyes, no una cosa cotidiana sino más bien de una vez al año. No había esa cultura cinematográfica.
Mi madre era ama de casa y mi padre pluriempleado. Éramos 8 hermanos y mi madre nos hacía hasta la ropa, nunca he llevado ni ropa interior ni el abrigo, ni el bañador siquiera, de una tienda. No he conocido a nadie que haya trabajado más en su vida que mi madre, además de tener 8 hijos… su vida ha sido una esclavitud. En este país no se ha reconocido el trabajo de las amas de casa ni sus derechos.
¿La primera película que recuerda haber visto?
Tengo un recuerdo muy antiguo de El puente sobre el río Kwai: un plano de las botas cruzando un puente y la música. Tal vez fue la primera y, probablemente en programa doble con ella, Jaimito el pastelero, unos cortos de cine mudo americano. Cuando yo era joven todavía cuando ibas al cine ponían Chaplin. Yo solo pisaba cines de estreno cuando mi padre me llevaba al cinerama, al Albéniz, al Proyecciones… en mi barrio, Estrecho-Cuatro Caminos, había muchos cines de programa doble. Si la película era muy larga y no daba para hacer programa doble, rellenaban con cortos cómicos de los años 20 y unos doblajes… Jaimito era Larry Semon, igual que aquí a Chaplin se le llamaba Charlot.
¿Cuándo se dio cuenta de que se quería dedicar al cine?
De niño desarrollé un amor a los libros… en mi casa no había ninguno, solo una Biblia, y mis padres no tenían dinero para darnos, jamás tuvimos paga. Pero si pedías para comprarte un libro, te lo daban. Los libros y leer fue mi primera gran pasión: Julio Verne, Walter Scott, Stevenson, Salgari…
Como mi hermano Máximo era muy artista desde niño y él me sacaba un año y algo, yo siempre le imitaba e intentaba dibujar como él, pintar como él. Yo era el tercero, el mayor era más de leer como yo. Siempre pinté en mi infancia. Siempre he tenido una mente más teórica e incluso escribí una Historia de la pintura de niño [risas]. Estaba zumbado, mis hermanos se cachondeaban de mí y me decían que ya había varias escritas y mejores, pero a mí me hacía mucha ilusión escribirla.
Como a los 15 años, el cine empezó a atraerme más, me empecé a enganchar. Intentaba leer libros que hablaran de cine y encontré uno escrito por unos curas, Lecciones de cine, que explicaba los planos y cosas muy naives que ahora nos parecerían ridículas. Pero era lo que encontrabas. Luego ya di con gente que me iba recomendando. Un día descubrí que existía la Filmoteca, cuando aún no tenía sede; estaba en el Ministerio de Información y Turismo (que es ahora el de Defensa de la Castellana) y ahí había a lo mejor cuatro pases al mes… Ciclos de Renoir, Mizoguchi… No dejaban entrar a menores pero yo les acabé convenciendo.
¿Cómo?
Éramos cuatro gatos, les expliqué que quería estudiar cine…
¿Y en qué momento vio que iba a poder vivir de ello?
Ni a día de hoy puedo decirlo. Lo que sí tengo claro es que he vivido y bastante bien. Pero el cine es tan inseguro que nunca sabes si vas a poder vivir al año siguiente de él, solo puedes decirlo a posteriori. Cuando era muy joven y me iba a Francia a trabajar en la fruta para sacar dinero y poder irme a París (a ver a una chica de la que estaba enamorado, cosas de quinceañero), en una de las cuadrillas conocí a tres evangelistas que eran como apóstoles: no hacían mucho proselitismo, buscaban a la familia más pobre del pueblo y le daban todo el dinero el día de paga. Era bastante flipante, muy asombroso, claro, yo venía de la España católica…
Un día el cabecilla, que nunca hablaba mal de nadie, al preguntarle qué pensaba de los curas, me dijo: “Los curas viven de Dios. Hay que vivir para Dios, no de Dios”. Qué forma tan directa y sencilla de explicarlo. Yo creo que hay que vivir para el cine, no del cine. Otra cosa es que tu pasión te permita vivir… o malvivir y que tengas que ser camarero en los ratos libres. Al margen de eso, lo importante es vivir para el cine.
Cuando me preguntan para quién hago las películas digo que lo haces para la gente que conoces, para tus amigos, y para la gente que no conoces que es el público, al cual tratas como a esos que sí conoces. Es obvio que todos hacemos el cine para los demás, conocidos y desconocidos, pero se nos olvida que hay que hace el cine para el cine.
¿Para aportar algo?
Tienes que intentarlo, a lo mejor no lo consigues y solo eres un granito de arena o una nota al pie de página, pero tú intentas poner tu ladrillo en el edificio. Esto es una pirámide.
Sus comienzos en el cine y el Óscar
¿Ha tenido que trabajar de muchas otras cosas a margen del cine?
La verdad que no, he tenido esa suerte. Hice mi primera película a los 24 años y mi primer trabajo fue escribiendo críticas. Se acababa de montar la Guía del Ocio, llevaban pocos números; me ofrecí voluntario y me cogieron para escribir críticas y entrevistas. Cuando llevaba dos años me llamaron de El País. Y a finales del 79, después de cubrir el festival de San Sebastián, lo dejé para preparar Ópera prima [1980].
¿No había tenido contacto con rodajes antes?
No, es que no conocía a gente del cine. Escribí un guion, que es otra manera de llegar. Si tú tienes un guion divertido que los que lo leen se tronchan de risa, se abren puertas aunque sean pequeñitas y tengas que entrar agachado.
¿Qué pasa al ganar un Óscar relativamente pronto?
El Óscar no es un punto de llegada, es un accidente en el camino. Si te dan un premio es cojonudo para que esa película y las siguientes tuyas tengan un cierta aceptación (no digo de la gente, de la industria). Te proponen cosas, tienes un proyecto y la gente confía más…
O sea que facilita las cosas.
Sobre todo en el tiempo inmediatamente posterior. En esa época me estuvieron ofreciendo proyectos en Hollywood. Pero al final decidí quedarme aquí. Porque Two Much [1995] la hice en Miami pero era una producción española. He trabajado por todo el mundo pero no en Hollywood. Lo dudé con un par de proyectos tentadores, pero me daba miedo estar trabajando para que luego otro decidiera el actor, el montaje final… para eso no me apetece, que la rueden ellos.
¿Hubiera cambiado mucho su historia de no ganarlo?
Por un lado diría que no y, por otro, sería injusto. Te permite hacer proyectos arriesgados. He hecho películas muy comerciales y que han funcionado muy bien aunque eran proyectos muy personales; pero también he hecho películas que son más arriesgadas como Calle 54. Pero desde el principio, Mientras el cuerpo aguante [1982] con Chicho Sánchez Ferlosio es la película más underground que te puedes echar a la cara. Diría que el Óscar me ha permitido hacer cosas más arriesgadas y menos obvias.
En su momento Chico y Rita [2010] era una apuesta muy arriesgada, luego nos nominaron al Óscar a mejor película de animación y ya la cosa cambió, nos dieron un premio europeo… Pero eso antes no lo sabes, estás corriendo un riesgo y si luego gusta y tiene ese tipo de aprobación… Si ahora quiero hacer una película de animación ya no me van a mirar como un raro.
¿Un premio así conlleva miedo a no superarse luego?
Ese riesgo lo siento más haciendo La reina de España, porque es una película muy querida. Durante años me han dicho cosas sobre La niñas de tus ojos e incluso me han parado por la calle a preguntarme cuándo iba a hacer la segunda. Eso es bonito, ver que les apetece que la hagas; quieres no decepcionarles, no que olviden la otra pero sí que no la echen de menos en ningún momento. Eso es un desafío. El grave riesgo con el Óscar es volverte gilipollas, ocurre con los premios, con el éxito, cuando ganas mucho dinero, tienes poder… está el riesgo de creerte que eres diferente o estás por encima de los demás. Ese es el gran riesgo a nivel humano, ¿no?
Nadie está a salvo.
Todos somos vanidosos. Nadie está libre de eso.
Dieciocho años después de 'La niña de tus ojos'
¿Cómo ha sido reencontrarse con el reparto, han cambiado mucho?
Genial. Hemos cambiado y somos los mismos, es lo que ocurre con el paso del tiempo: te cuesta levantarte de la cama pero en tu cabeza tienes 18 años. Eso nos ha pasado a todos. Somos los mismos niños, los mismos chorras, los mismos gamberros… pero a la vez nos han pasado tantas cosas que somos una panda de supervivientes. Hemos sobrevivido a varios bombardeos, de la vida, de enfermedades, crisis profesionales y personales de todo tipo. Que estemos ahí casi todos, que nos hayamos vuelto a juntar, es en sí mismo un milagro.
¿Le ha costado?
No, todos estaban deseando volver. Cuadrar agendas ha tenido sus complicaciones y lo hemos hecho. Y encontrar el dinero, que es lo más difícil siempre. Pero para eso tenemos a Cristina [Huete, productora y su mujer], si esta película existe es por ella. Todos han crecido.
¿Como profesionales?
Son más brillantes, más graciosos, más listos, más profundos, más maduros…
Entonces la película debería ser aún mejor.
Lo estamos intentando [risas]. Estamos en ello, a ver qué sale. Todos hemos tenido un gran subidón rodando y ya lo tuvimos con la primera. No hay nada para un director más impagable y maravilloso que sentir el entusiasmo de tu equipo y verles que llegan felices. Y que el día que yo digo “señores, esta toma es buena, hemos acabado el rodaje de la película” la gente se te acerque a decirte “yo seguía, no quiero que se acabe”. Hay rodajes en los que la gente está contando los días con sufrimiento, porque es muy duro… sentir ese entusiasmo alrededor es un subidón increíble pero está siempre la inquietud de si funcionará cuando lo pegues todo.
Tiene cosas de comedia muy comedia, dramáticas, personajes en registros muy distintos… Y que todo eso entre bien… al escribir el guion he creído y soñado que entraba bien, me lo he imaginado y lo he intentado rodar pero, claro, hasta que no vea la película pegada no voy a tener esa sensación total de qué coño es esto que hemos hecho. No estás tranquilo ni debes estarlo, no hay que confiarse.
Pues aún le queda.
En las tomas cortadas, a veces le digo a mi montadora: no, vamos a verla porque había una mirada al principio muy bonita de no sé quién…
¿Se acuerda con tanto detalle?
Es que las has hecho. Están ahí.
'La reina de España': segunda de una trilogía
¿Por qué no le gusta decir que es una secuela?
Porque no es lo que pasa justo después. Tengo la sensación de que una secuela es algo más inmediato, aquí hay un salto muy grande de tiempo [18 años]. Los personajes son gente del cine que se vuelve a encontrar en otro lugar, en otra época, en otro momento de sus vidas… unos están igual, a otros les ha ido muy mal o muy muy bien. Desde una que ha ganado el Óscar a otro que ha estado en Mauthausen. En cierta manera es una secuela y una continuación pero también es muy independiente, una historia nueva.
Como en Los tres mosqueteros y Veinte años después de Dumas: en la segunda, les ha pasado la vida por encima, están tocados y ya no son tan saltimbanquis ni tan espadachines. Y le pasa un poco al Quijote, sin comparaciones de ningún tipo: la primera parte es muy alegre y desenfadada, con cosas que se repiten, salen a la calle y se van encontrando a unos y otros… es una genialidad de personajes y de diálogos, bien. Cuando Cervantes hace la segunda le han pasado muchas cosas, ha envejecido y la primera parte ha sido un best-seller, cosa que él ni se imaginaba. Franceses e ingleses leyendo su libro, ¡en aquella época! Imagínate lo que debía ser eso. Cuando escribe la segunda tiene otra profundidad, otra tristeza, es más serena… ¿Es una secuela? Pues sí, pero ni él pensaba en ella cuando hizo la primera. Lo hace por razones externas, porque un tipo había hecho una secuela no autorizada; esto le cabrea y decide hacer la suya propia y, además, matar a personaje para que no haya más.
Pero eso no le ha pasado a usted, por fortuna.
No. Fíjate, antes de empezar a escribir esta siempre pensé que me gustaría que fueran una trilogía.
¿Y pasarían otros 18 años?
En teoría, la tercera (y no sé si llegaremos ninguno o alguno) ocurre en el 68. Pero no deja der ser una broma en mi cabeza. Tengo ideas de cosas que ocurren… pero de momento vamos a hacer esta, vamos a ver cómo pasan los años y 8-9 después, si se dan las circunstancias y nos apetece a nosotros y a la gente verla… Yo he sentido que a la gente le apetecía que hiciéramos esta.
Al lado de mi casa hay una mujer mayor que se pone en la esquina y siempre nos saludamos. Cuando salió la noticia, me paró y me dijo “Fernando, ¿es verdad que vas a hacer la segunda parte? Es mi película favorita, cómo me apetece”. A lo largo de estos años mientras la escribía me iba preguntando y la iba informando. Cuando le dije que rodábamos me pasó la cosa más conmovedora de todas: al volver a casa me dio un saquito, un amuleto para darme suerte para la película… Es muy fuerte.
Pues se va a alegrar cuando le diga que hay una tercera…
Bueno, primero que le guste esta. La invitaré al estreno.
Surrealismo y escándalo público
¿Qué parte de hacer una película se saltaría?
Egoístamente: ir a premios, festivales y muchas de las entrevistas que haces, no todas son agradables. Me encantaría tener un hermano gemelo trabajando en un banco y que este tipo de cosas le divirtieran mucho. Le mandaría en mi lugar, sería ideal. Cuando éramos jóvenes a veces suplantábamos a gente, nos hacíamos pasar por un director en el cineclub… y hacíamos un debate y la gente se lo creía, nos hacían preguntas… Aunque una vez nos descubrieron y nos fueron persiguiendo por la calle para lincharnos [risas].
En mi adolescencia descubrí que lo que más me gustaba era el escándalo público; mi ídolo en la España gris y siniestra de Franco, que me producía una gran alegría cada vez que salía en televisión, era Dalí. También Tip y Coll o Tony Leblanc. Lo que me fascinaba de Dalí era la persona, era un saboteador. Toda mi vida he admirado a Groucho Marx. Me convertí en un seguidor del surrealismo, de Buñuel, de las obras completas de Bretón…
El escándalo es un acto artístico surrealista. Disfrazarte y tal… lo hacíamos continuamente, casi a diario, hasta que ya cuando había empezado a dirigir llegó un momento en que me di cuenta de que eso se malinterpretaba. Pensaban que estaba vendiendo algo, que era para hacerme publicidad. Así que dejé de hacer cosas serias y me convertí en un tío aburrido y serio.
Entonces disfrutará cuando surgen polémicas. Como cuando dijo: “Ni cinco minutos de mi vida me he sentido español”.
Eso lo ha dicho mucha otra gente y no ha pasado nada. Si te quieren buscar las cosquillas… qué le vas a hacer, aguantar el chaparrón como si sales sin paraguas. A mí me gusta el escándalo porque creo que tenía esa cosa bonita de sacudir las conciencias y hacer a la gente pensar. En las memorias de Buñuel, Mi último suspiro, me impresiona lo que cuenta de que cada vez que se reencuentra con Bretón le dice: “Luis, ya no es posible el escándalo” y tiene razón, porque hoy día el escándalo lo hacen los políticos, no los artistas. Ningún artista puede escandalizar, ya no se escandalizan ni las monjas.
¿Estamos curados de espanto?
Los únicos que lo practican son los políticos que dicen: mira, vamos a inventarnos unas armas de destrucción masiva, vamos a destruir un país entero, vamos a matar a varios cientos de miles de personas, vamos a matar a soldados de nuestro país, también y, después de pasarlo muy bien haciendo esto, vamos a controlar el petróleo con unas compañías de unos amigos nuestros y a conseguir unos contratos cojonudos para reconstruir el país con nuestras propias empresas y nos vamos a llevar todo el dinero de las ayudas de la reconstrucción. Al lado de eso, que tu salgas en pelotas y te subas a la Cibeles no es nada.
Y ni siquiera con eso nos escandalizamos tanto.
Es tal aluvión que no damos abasto, nos paralizamos. Te encuentras impotente. Es un escándalo que solo hayamos admitido a 18 refugiados, cuando estoy seguro de que en España hay un millón de personas que se llevarían uno a casa hasta que pudiera valerse. Y seguro que la mayoría serían gente humilde, currantes.
Sobre la nueva política
¿Le apetece hablar de política?
Me tiene muy enfadado y me he alegrado mucho de estar haciendo esta película para no seguir el día a día de estos meses.
Pero todavía queda. Repetimos elecciones...
Pues mira, no quiero leerlo en el periódico. Solo leo las páginas culturales e internacionales. El día de las votaciones decidiré quién es el que me parece menos malo y le votaré, pero no quiero verles ni oírles. Estoy harto.
¿Qué opina de Carmena, la alcaldesa de Madrid?
Me encanta esa mujer aunque no estoy siguiendo al detalle lo que hace. Sin conocerla, seguro que está intentando hacer lo mejor posible su trabajo.
¿Le da su voto de confianza?
Sí, porque no tiene ninguna necesidad de complicarse la vida y ha llegado para intentar echar una mano. Ha hecho eso toda su vida, desde muy joven ha currado por causas justas y nobles y por eso me da confianza.
Se han cumplido cinco años del 15-M. ¿Cómo lo vivió? ¿Cree que sirvió de algo?
Tuvo una importancia básica: la gente, la calle, habló. No salió una solución de allí pero la gente habló su descontento, lo pudo expresar. Y una generación que estaba alejada de la política se incorporó a ella. Eso es importantísimo porque es la generación que está llamada a cambiar el país. Las demás ya han hecho lo que les tocaba. Lo mejor que harían es jubilarse.
De alguna forma la situación política que estamos viviendo es un reflejo de todo aquello, de que la gente quiera acabar con el bipartidismo y tener partidos que representen más opciones. Gobernar un país no es que haya una mayoría absoluta detrás de otra, es mucho más complejo que eso, pero los políticos no han estado a la altura de lo que la sociedad ha dicho o es, y se refleja en las elecciones. La política es pactar y ceder… me temo que vamos a acabar muy mal, donde estábamos. Y eso es no tener un sentido de las prioridades.
¿Es partidario del intervencionismo en la cultura o del libre albedrío?
Todas las actividades económicas deben recibir la ayuda que necesiten porque para eso pagamos los impuestos. Si en un momento hay que apoyar más la agricultura o lo que sea, para eso pagamos. Que el Gobierno reparta donde sea más necesario en cada momento.
El arte es lo que distingue al ser humano de los animales, lo explica cualquier científico. Es la manera de entender la realidad: no entiendes un paisaje de verdad hasta que lo ves pintado o fotografiado; entiendes la muerte antes de enfrentarte con ella a través de la ficción, en libros, películas, en el teatro…. El arte es lo que nos prepara para enfrentarnos a la vida y nuestra manera de reflejarla, de entenderla. Quien se crea que el arte no es importante está condenado a la subnormalidad.
Por eso hay tantas artes en sus películas, claro.
Vivo rodeado de eso, es lo que más me gusta. Siempre me ha encantado la filosofía, me fascinaba desde niño, pero ahora que soy más viejo, más que nunca.
¿Para intentar entender?
No ya para intentar entender, que uno sabe que no hay nada que entender, sino para intentar entender la historia de las ideas y del pensamiento humano. Cómo el ser humano se ha enfrentado a las grandes preguntas, los problemas, cómo las veía Platón, Aristóteles, Kant… la evolución, ese diálogo del ser humano con la realidad, con la vida.
¿Y estamos mejor o peor?
Estamos en un momento en que los idiotas quitan la filosofía de los estudios, pero no la van a poder quitar de la realidad. Tú no puedes quitar el pensamiento. Lo que pasa es que a determinados poderes les gustaría que no pensáramos, que simplemente obedeciéramos, que muriéramos en las guerras, trabajáramos en las fábricas y ya. Es para lo que les servimos. Pero eso no es así. La gente piensa y lo expresa. El arte y el pensamiento son las cosas que hacen que el mundo se mueva y que haya habido alguna evolución. Si no, seguiríamos siendo unos esclavos.
El cine en la familia Trueba
¿Qué opina del cine de su hermano David y de su hijo Jonás? ¿Hay nexos familiares, algo en común?
Tengo una enorme admiración por ambos y son totalmente distintas porque es tan diferente lo que hacen… los tres tenemos puntos comunes de alguna forma. David es la persona más inteligente que conozco.
Y el cine de Jonás me llega muy profundo, es un cine que nadie está haciendo. Tiene las dos cosas más importantes para mí: estilo y corazón. Hay algo que me conmueve mucho cada vez que veo una película de él, habla a corazón abierto y no le importa que alguien se ría o no le guste…. Va donde tiene que ir y con mucha simplicidad. Acabará haciendo alguna vez algo dentro de la industria pero trabaja muy bien fuera de ella. Él es la ilustración más perfecta de lo que decía antes: hay que vivir para el cine y no del cine. Le admito y me gustan sus películas muchísimo. Pero si no me gustaran, le querría lo mismo…
¿Le hubiera gustado que se dedicara a otra cosa?
Hubiera preferido que hiciera lo que él le gustara y es lo que hace. Oigo a la gente del cine decir: “que mi hijo se dedique a cualquier cosa menos a esto”. ¿Por qué? Nunca le he intentado influir para que se dedique al cine, pero tampoco para lo contrario. Ha crecido entre libros, películas, música… lo lleva dentro, es lo que ha mamado. En su caso era su padre, su madre, su tío… estaba rodeado.
El cine es droga en vena, he conocido a gente que había hecho física, derecho, económicas… Una vez que el cine se ha cruzado en su vida han dejado sus carreras para dedicarse a ello. Jonás no ha tenido que esperar a que el cine se cruzara, ha nacido en él. Aunque también ha hijos de cineastas que no quieren saber nada, prefieren escapar…
Para terminar: ¿qué película le hubiese gustado que fuera suya?
El sentimiento de posesión es muy malo. Las películas que me gustan soy muy feliz de que existan y las haya hecho quien la ha hecho. No quiero quitárselas sino tenerlas en casa y verlas de vez en cuando. El apartamento de Wilder, El pequeño salvaje de Truffaut, Pickpocket de Bresson, Un día de campo de Renoir… son producto de determinadas personalidades en determinadas épocas y me encantan, pero yo no podría hacerlas, sería imposible aunque las adore.
BIO
Nació en Madrid, en 1955. Debutó con Ópera prima (1980), probó suerte en el género documental con Calle 54 (2000), en la animación con Chico y Rita (2010) y su último filme estrenado es El artista y la modelo (2012). Recibió un Óscar a mejor película de habla no inglesa con Belle Époque (1992) y el Premio Nacional de Cinematografía a toda su carrera en 2015. Su familia es ‘de cine’: su mujer Cristina Huete se dedica a la producción; su hermano David Trueba y su hijo Jonás también dirigen.
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