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Jorge Roig hace autocrítica y reconoce que “en el pasado los empresarios cometimos muchos errores”. Está consciente de que no pocos han medrado y siguen medrando a la sombra de la renta petrolera. Pero de la autocrítica pasa a la crítica y sostiene que estamos viviendo “la tormenta perfecta” con la convergencia de tres factores que hacen de la crisis un verdadero drama: recesión, desabastecimiento e inflación: “Tenemos recesión con una caída de 4 puntos en el primer semestre, una tasa inflacionaria de más del 60% y una escasez, que en el caso de Caracas, llega al 75%”. Todas cifras, apunta, que el BCV mantiene en reserva. Así las cosas, insiste en el diálogo como instrumento único capaz de superar una tormenta que ya se manifiesta con profusión de rayos y centellas.
-A fines del año pasado las relaciones entre gobierno y empresarios estaban en su peor momento. Maduro te había acusado de conspirar y no se veía, por ningún lado, la posibilidad de un entendimiento. En febrero y marzo, el gobierno, ante las protestas, hizo un llamado al diálogo, que en el caso del sector económico, se mostró más prometedor. Han pasado seis meses desde entonces y la pregunta es: ¿cómo valoras la situación actual?
-Es menos tensa que para entonces, cuando fui agredido 16 veces en cadena nacional. Hoy las relaciones son mejores. Luego de 15 años entramos a Miraflores, expresamos lo que pensábamos (“el país no está bien, Presidente”) y si ahora nos dieran otra oportunidad, diríamos: “Presidente, el país está peor”. Esto no quiere decir que no hayamos avanzado y de hecho hay señales de progreso, algo que mucha gente desconoce porque las buenas noticias pareciera que no lo son.
-¿Quiere decir eso que la comunicación permanece?
-La situación es confusa porque no nos hemos levantado de la mesa, pero el diálogo no ha fluido. Estamos como esos matrimonios que duermen en camas separadas y se hablan muy poco. Creo que esa situación no es idónea porque vivimos en una misma casa (Venezuela).
-Hablas de algún avance.
–Se reconocieron precios que tenían tres años rezagados: azúcar, pollo, aceite, arroz. Se implantó un sistema alternativo de divisas, mal implementado (no estamos satisfechos con el Sicad dos), pero ahí está. Se estableció un nuevo régimen de exportaciones. Se flexibilizaron algunos aspectos laborales en cuanto a calificaciones de despido. Pero esos avances son tan poco significativos, ante el tamaño de la crisis, que pueden pasar desapercibidos. Además, no hemos entrado a discutir las materias de fondo, que son las que fundamentalmente nos interesan.
-Ni parece que las van a discutir porque Maduro dijo que “el Psuv no ha sido y nunca será un partido socialdemócrata, ni de centro, ni del medio”. ¿No echa por tierra esa ratificación cualquier intento de acuerdo?
-Racionalizar la economía no está reñido con ninguna ideología y hay que hacerlo cuanto antes. El gobierno insiste en ponerle etiqueta a las decisiones que se debe tomar y debemos quitárselas porque son inevitables, hoy, mañana o pasado mañana. La diferencia está en que si las asumes ahora, serán menos dolorosas. No se puede decir que la economía reinante en países cercanos, como Ecuador o Bolivia, sea de derecha. La racionalidad económica no está en contradicción con la ideología. Esas experiencia los demuestran porque, además, lo están haciendo bien y mucho mejor que Venezuela.
-Pero, ¿no está condicionado el modelo económico por el modelo político?
-Ellos tienen modelos políticos copiados de Venezuela.
-Pero no intervienen en la economía como lo hace el gobierno venezolano.
-Ahí está la diferencia. Por eso insisto en la racionalidad económica. Giordani fue un aprendiz de brujo a quien se le dieron miles de millones de dólares para hacer un experimento, en un laboratorio llamado Venezuela y fracasó.
-¿Éramos conejillos de Indias de Giordani?
-Absolutamente. Es el caso de alguien a quien le dan una fortuna “a ver si inventa algo”. Y aunque uno puede probar algún tipo de tercera vía, quizás original, desde la perspectiva política, en materia económica es falso afirmar que hay un proceso de transición a una economía socialista.
-¿No estamos sufriendo los efectos de un plan de ajustes (los precios suben todos los días) sólo que no hay ajuste y por tanto no habrá recuperación a mediano plazo? ¿Si las cosas están duras sin ajustes, ¿cómo serían si el gobierno lo llegara a aplicar?
-Eso demuestra que los controles no sirven porque los rubros más controlados son aquellos que registran niveles más altos de desabastecimiento e inflación. Es vano el intento de controlar los precios con una tabla Excel porque si lo haces los productos desaparecen y aparecen luego, por otro lado, con precios más altos. Como contrapartida, aquellos productos no sometidos a controles registran menos inflación y se consiguen.
-¿Por qué pediste perdón a los venezolanos por la instalación de las captahuellas?
-Ofrecimos excusas por someterlos a una humillación. Tal control, que en realidad es una tarjeta de racionamiento, limita el libre acceso a los bienes y servicios y Fedecámaras no está de acuerdo con eso.
-Antes que excusarse, ¿no cabe oponerse firmemente a la aplicación de la medida?
-Estamos haciendo ambas cosas. Nos oponemos con los recursos establecidos por la ley y demandaremos la medida ante el TSJ, tal y como hicimos con la ley de Precios Justos. Pero también expresamos nuestra posición, a través de los medios, porque, el consumidor es lo más importante para nosotros.
-¿No crees que el consumidor puede agradecer una medida que, al menos, temporalmente, le permitirá conseguir los productos de primera necesidad?
-No los conseguirá y, además, será sometido a un proceso indignante. El problema de fondo es que no hay suficiente productos para abastecer una demanda creciente y la medida no lo resuelve, como tampoco resuelve la fuga de alimentos.
-En noviembre decías que el modelo económico tiene las patas cortas, es decir, que no va a prolongarse en el tiempo. ¿Qué tipo de desenlace avizoras?
-La crisis llegó. Cuando te decía que no era de largo aliento tenía razón y de noviembre para acá se ha ido exacerbando. Hoy los indicadores económicos son los peores de los últimos 40 años. Tenemos la inflación más alta del planeta y un desabastecimiento cuyo alcance, en cifras, se pretende esconder a los venezolanos, incluso al presidente Maduro. El modelo llegó a una etapa en la cual ya resulta insoportable e inviable.
-¿A punto de eclosión?
-Los países siempre pueden estar peor. Hasta que aparece la protesta social. Entonces los gobiernos pueden rectificar. Creo que aquí ya se está manifestando el descontento tal y como lo recogen as encuestas. Ese, el peor de los escenarios, es el que Fedecámaras insiste en la necesidad de evitar porque no apoyamos la guarimba ni la protesta violenta. Ahora, está claro que el gobierno se debate en una serie de contradicciones internas que no le permiten adoptar las decisiones necesarias. En toda revolución hay dos tipos de dirigentes: quienes la hacen (la revolución) y quienes se benefician de ella. En la venezolana el segundo grupo es más numeroso que el primero.
-Cuando la situación se plantea en estos términos, se impone adoptar dos tipos de decisiones. Unas las inmediatas, para evitar la eclosión y otras, a largo plazo, para el desarrollo de una política económica. ¿Cuáles serían las urgentes?
-Solo hay una: encontrarnos. O nos encontramos o el país se descuaderna. Para lograrlo el gobierno debe convocar a un diálogo con todo el país a partir de una realidad: el reconocimiento de la crisis. Es imposible una curación si primero no aceptas tu enfermedad. Luego, hay que pedirle a los venezolanos paciencia, sabiduría y entendimiento para afrontar las soluciones. También se debe garantizar, a los más vulnerables, que nos vamos a ocupar de ellos. Eso lo hace un estadista consciente de su responsabilidad histórica.
-¿Pero ya no se hizo un intento frustrado de diálogo en febrero-marzo de este año?
-Lo que se hizo, en el caso específico del sector empresarial, fue una denominada Conferencia de la Paz. Pero quiero pensar que más allá de eso fue un diálogo quizás obligado por las circunstancias de un país que estaba incendiado. Solo que se suspendió una vez que la situación tornó a la normalidad.
-¿No pasó lo mismo con la oposición política?.
-Ese fue un debate en el cual las partes se dedicaron a tratar de demostrar quién tenía la razón. Pero en este momento ese tema resulta de menor importancia ante la necesidad de encontrar una vía común para resolver nuestros problemas. Mientras, el país observa como cada una de las partes trata de imponer su agenda particular: El gobierno en mantener el poder, la oposición en acceder a él y los empresarios, en el medio, pendientes de las medidas que nos permitan trabajar.
-Pero las decisiones del gobierno tienen peso. No así las de oposición.
-Absolutamente y eso lo recogen las encuestas. El presidente Chávez podía tomar las decisiones pero la responsabilidad de su aplicación recaía en los ministros. No pasa lo mismo con Maduro. Yo, por ejemplo, no creo que él sea su peor enemigo. Su peor enemigo, que está dentro de las filas de oficialismo, es aquel que no lo permite hacer los cambios.
-¿Quiénes, específicamente, deben ir al diálogo?
-Todos los sectores del país y obviamente los poderes púbicos, comenzando por el Ejecutivo y la Asamblea Nacional. Lo fundamental es que las medidas a adoptar surjan del acuerdo y cuenten con el respaldo de todos. Eso implica elevar el tono del debate. Ahora, sería arrogante suponer que Fedecámaras es la que debe enviar este mensaje. Eso le corresponde al gobierno. Pero sí hemos preparado una propuesta contenida en un documento, “Compromiso con Venezuela” que vamos a presentar a lo largo y ancho del país. Así, demostramos que no solo protestamos sino que proponemos. Que no somos los chupadólares ….
-Que explotan a los trabajadores.
-Esa matriz de opinión está superada. En una encuesta que hemos encargado encontramos que el 66% prefiere trabajar con la empresa privada. Mientras éste trata con un solo sindicato, nosotros nos reunimos con 15 centrales de trabajadores.
-¿No serán los pobres los perjudicados con cualquier plan de ajustes de la economía?
-Es fundamental la forma en que los gobiernos asuman los ajustes para evitarle sufrimiento a los más necesitados. Habrá recursos, producto de la reestructuración, que deben destinarse a ellos. Ejemplo concreto de estos es la gasolina. Todos los venezolanos saben que el precio actual es absurdo. Pero hay quienes no podrán pagar un precio mayor. Entonces quienes si podemos hacerlo debemos asegurarnos de que esos recursos vayan, por subsidios no directos, a los más necesitados.
-La única forma de liquidar el contrabando de gasolina es equiparando su precio con el de Colombia y eso es imposible.
-No va a suceder. El contrabando tiene otras aristas y si algo te puedo garantizar es que no se resolverá, por ejemplo, con métodos como el de las captahuellas. Pero sí se puede, poco a poco, alcanzar los niveles del precio internacional o, en todo caso, lograr que los venezolanos podamos pagar los precios acorde con la estructura de costos sin necesidad de un subsidio. Cualquiera de estas dos vías sirve, pero en ambas el proceso es largo. Mientras tanto, se debe tomar medidas puntuales de control porque algo está pasando. El propio superintendente de Precios Justos, Andrés Eloy Méndez, ha advertido que sería iluso pensar que los militares no estén medidos en el negocio del contrabando. Ahora, con eso se ataca las consecuencias y no la causa porque estamos pagando un precio subsidiado que en otros países es mucho más elevado.
-¿Cómo evitar el contrabando si lo propicia quienes deben combatirlo?
-Esa es la gran pregunta. Creo que las Fuerzas Armadas debe pasar por un examen de conciencia y es responsabilidad del Gobierno garantizar que eso no siga ocurriendo.
El Universal