“No se muere de amor, se vive de amor”.
Juan Gelman (Argentina, 1930-2014)
Ser repentista es tener la capacidad de crear versos con una velocidad alucinante, pero además, supone el poder relatar con gracia oportuna los hechos que se van rimando. Los repentistas en el Caribe son creadores de una oralidad que hace crónica de lo cotidiano, relatan con humor sus vivencias, las tradiciones, el acontecer. Los improvisadores suelen escenificar duelos verbales, donde se pone a prueba su capacidad de creación al vuelo, el talento para tener una respuesta certera a la esgrima de versos del contrincante. En el llano venezolano, la mayor de las veces, son cantados. En el occidente y oriente son recitados. Entre los grandes repentistas de nuestra cultura venezolana está Simón Díaz como maestro tutelar, en el Zulia fueron reconocidos como grandes: Francisco Cano y Antonio Briñez, ellos escenificaron memorables encuentros, duelos poéticos:
“Muera la que a luz me dio, que salga el diablo y me asombre, si en el mundo existe un hombre que haga más versos que yo” -Comenzó diciendo Cano-.
“Francisco estoy en la edad de galana primavera y hago el verso de carrera como la electricidad, porque yo me estoy creyendo que si salgo caminando, el paso que vaya dando son versos que voy haciendo” -Replicó Briñez-.
Dentro del mundo gaitero, el más grande repentista ha sido Francisco Morales, a quien sus amigos llamaban con afecto “El machorro”. Él fue el motor y alma que impulsó a la agrupación Rincón Morales en la década de los 60, estuvo en su génesis en la Constructora Casuca en 1958, fue el gran protagonista de su primer álbum en 1962. El nombre-marca “Rincón Morales” surgió gracias a que él unió su apellido al de los hermanos Hernán y Néstor Rincón. Su nombre de pila bautismal era Francisco Antonio Morales Chacín, aunque su madre Margarita Chacín siempre lo llamó Solano. Nació en Isla de Toas el 24 de julio de 1934, en el caserío de pescadores Las Cabeceras, esas radas lacustres fueron su primera escuela para captar la música y la poesía; allí brilló como un niño elocuente, ocurrente, inquieto. Se trasladó para Maracaibo en 1944; su residencia estaba en la avenida El Milagro. En la capital zuliana se casó con Duilia, a quien llamaba “La China” y conformaron una familia muy cohesionada y llena de afecto profundo, profundamente cristiana.
Francisco ejecutaba con solvencia el cuatro y la guitarra, cantaba afinado y poseía registro vocal de barítono. Era un hombre de baja estatura, frente amplia, cejas muy pobladas y ojos tristes. Su aspecto era sereno, de rostro más bien adusto, que contrastaba con su alma festiva: era un candil para la parranda. Llegó a componer 15 grandes temas para la agrupación Rincón Morales, entre los que destacan: “El tartamudo” de 1962, “Los refranes”, “El trabalenguas”, “Tilingo tilingo” fue co-autor junto a Hernán Rincón en 1963, “La risa” de 1965 y “Golpe bonito”; éxito que interpretó Enrique Gotera en 1966 con el Coloso de Cantares.
“Puede ser ritmo picado,
o música suavecita:
si el conjunto está acoplado
la gaita sale bonita”.
En la gaita, Francisco Morales comenzó en el conjunto de la compañía transnacional Creole, la filial petrolera de la Standart Oil Corporation. En ese conjunto compartió con su entrañable amigo Hernán Rincón, que era ingeniero de profesión. Comenzó a destacar por sus ocurrencias, rapidez para improvisar versos y animar las veladas. Se hizo gran amigo de Ramón Quintero, del compositor Luis Ferrer, José Ferrer. Ellos, años más tarde, fundaron el conjunto Saladillo de RQ.
Cual crónica, la gaita recoge el hecho de 1959, cuando fue parte de la simiente de donde germinó el conjunto Rincón Morales en la sede de la Constructora Casuca, que estaba ubicada en la avenida 8 San Rita de Maracaibo:
“El machorro fue el que supo
junto al negro convencido,
el unir sus apellidos
para bautizar el grupo”.
Fue de la primeras agrupaciones que actuó en los canales nacionales, la pionera en sonar con fuerza en las emisoras de todo el país con sus éxitos:
“Ta-tareando la parranda
ha llegado el tar-tamudo
co-con la lengua hecha un nudo
y a beber co-como Dios manda
las pa-palabras las agranda
y pa-para el ron es un embudo”.
(Morales, 1962)
En 1966 impactaron en el “Venemaratón” evento de envergadura organizado por el canal Venevisión, donde participaban las grandes figuras de la música y la actuación de esa época.
En los años 70 Francisco se retiró de los escenarios, se dedicó a negocios antípodas a la música. Reapareció en la gaita una década después, con la agrupación “Selección 82”, con ellos grabó el tema “Vuelvo a gaitear” junto a Betty Alvarado, Eduardo “El negrito”Aguirre y el maestro Luis Ferrer, a quien justamente consideró el más grande de los compositores de todo el movimiento gaitero.
Según la opinión del compositor y repentista Jairo Gil, el poeta de la Virgen: “tenemos grandes repentistas en la gaita, excelentes improvisadores de versos, entre quienes destacan Heriberto Molina y Víctor Hugo Márquez. Pero el de mayor talento ha sido Francisco Morales, quien construía cuartetas llenas de humor, con gran rapidez e ingenio”. Recuerda la que le hizo en la Iglesia de la Consolación, mientras esperaban el comienzo de una eucaristía in memoriam a Luis Ferrer, quien había fallecido un años antes, en junio de 1982:
“Ese de espaldas lo he visto
y se llama Jairo Gil
paradito en el rigth field
y mirando a Jesucristo”
(Morales, 1983)
Ramón Soto Urdaneta, celebérrimo locutor zuliano, animador que suele improvisar versos en la dinámica con su público, es conocedor profundo de la obra de Morales, y nos da testimonio de su versatilidad como improvisador al relatar la anécdota, que vivió junto a él, en una entidad bancaria en los años 90: “Habíamos hecho la cola pacientemente, y cuando llegamos cada uno a su taquilla, nos dijo la cajera: “disculpe, se fue la linea”. Luego de 10 minutos de espera, se creó un silencio espeso, de esos que crecen y nadie se atreve a romper. De pronto Francisco irrumpió con su voz potente de animador y dijo:
“En una forma quieta
en las taquillas de ahorro
se encuentra arrecho El Machorro
y Ramón Soto Urdaneta”.
El Machorro compartió escenarios en los años 60 con Betty Alvarado, Ricardo Portillo, Humberto Mamaota Rodríguez, Enrique Gotera, Ángel Parrita, Jairo “El Ovejo” Sánchez, entre otras grandes figuras y siempre fue líder de grupo. Eso nos habla de su celebridad, de su talento innato. En una ocasión, yo conversaba con Goterita Méndez y Luis Rincón en la barra del Restaurant Piamonte, y al son de unos sorbos ambarinos Enrique me dijo: “con la mayor honestidad, y desde lo más diáfano de mi corazón: reconozco que el mejor gaitero que ha tenido el Zulia es Francisco “Machorro” Morales”.
Tuve el honor de conocer a Francisco gracias al festival “Una gaita para el Zulia” organizado por Industrias Pampero entre los años 1984 y 1990, él descolló como asesor de ese evento que dio un impulso a la gaita, que en ese momento se encontraba en un preocupante letargo. Era muy grato saludarlo y charlar con él en la Terraza Pampero ubicada en el Bulevar 5 de Julio, por su natural simpatía, su elocuencia, su gran facilidad para crear versos picarescos. En los últimos años de su vida se desempeñó como pequeño empresario, dedicado a la venta de lubricantes para automóviles, ya estaba alejado de los medios de comunicación y de los escenarios, por tanto las nuevas generaciones, lamentablemente; no conocieron su carrera, ni su aporte al folclor.
Murió el 27 de abril de 1999 víctima de un cáncer prostático, en ese momento tenía 65 años de edad. Sus exequias se celebraron en la sala velatoria Sercompreca, ubicada frente a la Plaza de las Madres. Allí le cantamos al momento de sacar su ataúd, Miguel Ordoñez tocó el cuatro y Enrique Gotera cantó su “Golpe bonito”, varios gaiteros presentes hicimos el coro. Lo despedimos esa tarde triste, con un calor húmedo en el ambiente, casi agobiante, cantando el estribillo que le regaló a Venezuela en la temporada 1966:
“Un cuatro y una charrasca
un furro y una tambora
el sonar de las maracas
y una voz es cantadora
así es gaita sonora
para alegrar nuestra pascua”
El hijo de la Isla de Toas, Francisco Solano, el versificador brillante de genio prodigioso, dejó su legado: la agrupación Rincón Morales. También nos dejó sus gaitas y su empeño de hacer sonreír a todos los que escuchaban sus ocurrencias, expresadas en sus cuartetas llenas de imaginación:
“Estaba la rana sentada
cantando debajo del agua,
cuando la rana se puso a cantar
vino la mosca y la hizo callar”
(Morales, 1964)
No podemos hablar de repentistas talentosos, sin nombrar con honores a Francisco “Machorro” Morales, hombre que junto a los hermanos Rincón fundó El Coloso de Cantares: los gaiteros de la nueva ola, conjunto que en la actualidad tiene absoluta vigencia y presencia en la vida artística nacional. Ahora dirigido con acierto por Bolívar Blanchard Camacho.
Francisco Morales ejerció su fascinación en el público de los años 60, fue el primer gran animador en los escenarios gaiteros, demostró agudeza, ingenio, gracia: la alegría era la índole de su sangre y de sus cantares.
Parodiando al poeta porteño Juan Gelman, podríamos decir: él demostró que no se muere por la gaita, se vive por ella.
León Magno Montiel
@leonmagnom
leonamgnom@gmail.com
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