DANIEL G. APARICIO
- Andreu Buenafuente y Berto Romero estrenan El pregón el 18 de marzo.
- Interpretan a dos hermanos que formaron un grupo de éxito en los 90 y que, años después de su mejor momento, acuden a su pueblo a dar un pregón.
- Buenafuente presenta Leit Motiv y Berto sigue siendo uno de sus colaboradores.
- Berto Romero: "Nosotros ya hemos votado y ellos tienen que entenderse. Si no les resulta fácil, es su problema"
Con el paso de los años, Andreu Buenafuente y Berto Romero se han consolidado como una pareja televisiva bien avenida. Se conocen bien, se compenetran profesionalmente y han llegado a ser amigos más allá de la pantalla. Ahora, los dos cómicos se enfrentan a una nueva etapa con retos como el recién estrenado programa Late Motiv o la película El pregón, comedia en la que interpretan a dos hermanos que formaron un grupo de éxito en los 90 y que, muchos años después de retirarse, acuden a su pueblo a dar el pregón de las fiestas.
Andreu Buenafuente, que afronta su primera temporada en el canal #0, de Movistar +, ha explicado a 20minutos cómo vive el momento actual tanto ptrofesional como personalmente.
Después de tantos años trabajando juntos, su relación con Berto parece muy fraternal.
Es muy fraternal pero también es muy sana y está muy cuidada. En eso Berto es muy escrupuloso. Al final, de la pareja, el mayor es él, porque es el que tiene más análisis. Es muy bueno en eso. Siempre nos pedimos retos, mejorar las cosas, avanzar, porque yo creo que es la clave de una relación, también en la vida privada, y eso explicaría quizá lo dilatada que viene siendo nuestra unión. Y ahora la peli es un paso más, ¿no? Fíjate que, después de haber hecho tantas cosas, teníamos la emoción otra vez de empezar. La peli tenía que tener esta energía de reto y de verdad que yo lo viví, ojalá que se transmita.
Imagino que el trabajo en la película fue muy diferente al que hace en televisión.
Sí, muy diferente. Tienes la base de cómico, tú sabes más o menos manejar los resortes de la comedia, pero luego te tienes que enfrentar a un género para mí alucinante que me confirmaba lo que yo ya sospechaba. El cine me inspiraba respeto y con razón. Las mecánicas, las disciplinas, incluso la propia dinámica de trabajo es un arte. Fabricar comedia en cine es como desmontar un reloj. En un set se desmenuza todo y luego hay un día que dices "¿pero esto funcionará?" y el director responde "confía en mí". Y yo: "A muerte contigo". Y luego hay un milagro en el cine que es el montaje. Yo no había reparado mucho en eso y ahora, cuando veo los montajes, abrazaría al montador, le diría "te quiero tío, eres ya de mi familia".
¿Alguna vez ha dado un pregón?
Sí, he dado pregones en mi ciudad natal, en Reus, y luego en Barcelona. La curiosidad es que el pregón de Barcelona lo di en mitad del rodaje de El pregón, así que yo estaba caracterizado, viviendo esa locura y bajé a Barcelona casi como el personaje. La gente me miraba raro: "ostia, qué entradas lleva el tío ahí". Le dije a Ada Colau que estaba viviendo una locura, de ficción a realidad y a ficción otra vez. Un metapregón, alucinante.
¿Tuvo alguna inspiración especial para Super Galactic?
Con tantos años tienes ya mil datos en la cabeza. Me acordaba un poco de mis años cuando empecé en la radio, a mediados de los 80, que era la eclosión de todo esto: la música de baile y tal. Yo tenía algún referente, pero claro, era muy lejano, y fue a medida que avanzaba la peli que me iba acordando de cosas, de Azul y Negro, de Alaska y Dinarama... Era curioso, pero bueno, la música sale tangencialmente en la peli.
¿Y para el personaje?
Con el tipo fue lo que decía antes de la clave del reto: es un hombre gris, plano... A mí me decían todo el rato en los ensayos que quitase cosas, "quita sonrisas" —es un tipo que no ríe en toda la película, un poco Buster Keaton— y yo recuerdo unos días de pánico en los que decía "madre mía, si le he quitado todo, ¿qué va a quedar?". "Confía, el cine es poco", me decían. "Pero no es nada, ¿no?", "sí, es algo", insistían. Ahí es cuando te dabas cuenta de que estabas trabajando en algo que no habías hecho antes.
¿Alguna vez ha tenido un grupo o ganas de dedicarse a la música?
Sí, yo soy un guitarrista frustrado. Creo que lo más grande del mundo tiene que ser tocar tu guitarra delante de veinte mil espectadores, eso debe de ser el cielo. Pero nunca lo practiqué en serio. Yo es que siempre he picoteado de todo en la vida. Como he ido a la radio o la tele cada día, me ha quedado muy poco tiempo para algo más. Toco la guitarra aficionado y tal pero...
Cantó hace poco en Tu cara me suena...
Canté. He aprendido a cantar un poco por exigencias del trabajo. El otro día hice un cantautor en el programa e igual lo hago más. Como decía un amigo mío, todo esto lo hacemos para poder cantar. Dice que cantando es cuando realmente ligas, cuando eres el centro... Todo esto de la televisión es para poder cantar.
¿Cómo es su relación actual con las redes sociales?
Empieza a ser madura. Estos días estoy pensando en eso porque ya se cumple lo previsible, que después del exceso y el ruido, me da la sensación de que lentamente vamos acotando e integrándolas a nuestra cotidianidad. Yo estoy ahí, me informo e informo de lo mío, son los dos objetivos que tengo. Por ejemplo, para informarme uso muchísimo las redes. Bueno, redes y lo que no son redes. Es decir, a través de un tuit me voy a un medio.
Así que ha encontrado el equilibrio.
Sí. Por ejemplo, uso mucho Instagram para el arte. A mí me gusta pintar y mi buscador de arte es Instagram. Eso ya empieza a ser algo de madurez. Un poquito.
¿Se ve viviendo en un pueblo como el de la película o es más urbanita?
Yo soy un neorrural. Tuve la suerte de poder ir a vivir fuera de Barcelona, en El Maresme, y he descubierto la belleza y la paz del campo. Me encanta escaparme a la montaña, me carga mucho las pilas. Es verdad que hay un momento en el que ya están tan cargadas que se descargan, pero me gusta esa bipolaridad: el ruido de la ciudad, los platós... y el campo. Vivimos rodeados de ruido, de música, de sonido, de tensión... Entre todo eso, algo tan sencillo como escuchar un pájaro me emociona y lo grabo con el móvil. Tengo un montón de pájaros grabados y gallos, me dan paz.
¿Cómo está haciendo para que el formato de Late Motiv, que lleva haciendo tantos años, siempre resulte fresco?
La gran lección que te da la vida, el trabajo, es que siempre hay que currárselo mucho, no voy a descubrir nada. Lo que sí es bonito es que, en esta etapa, te sientes apoyado y con ganas, con un buen horario, con un presupuesto digno... Yo digo que es como jugar al fútbol sala en el Palau Blaugrana porque sigue siendo lo mismo —el fútbol sala es el programa de comedia nuestro— pero todo acompaña mucho. Entonces todo se desencadena: las ganas, la pasión... Hay que meterle muchas horas pero nos lo pasamos muy bien. Yo creo que este programa nos va a dar muchas satisfacciones. Ha nacido bonito, tiene camino, el pago ha empezado a consolidarse en España... Vamos a ver, tenemos recorrido de tres años. Es un buen momento.
¿La actualidad se ha convertido en un buen filón para el humor?
Es algo más que está ahí. A veces incluso la dejamos porque "oye, vale ya". Sí, sí, es un gran guion, pero más que la actualidad política, que podría ser la epidermis, es el momento español. Estamos en un momento de romper esquemas, de romper costuras, está todo patas arriba y eso quiere decir que estamos vivos. Y eso envía mucha información para los cómicos, es un mercado donde podemos coger de todo.
¿Habrá Gobierno antes del estreno de la secuela de El pregón?
Si no lo sabe ni el presidente en funciones... Yo creo que sí porque vamos a tardar muchísmo en hacer otra, ojalá sí, pero vamos, estoy preparado para todo.
¿Le gustaría volver a presentar los Goya alguna vez?
No lo había pensado, la verdad. Uno tiene la sensación de que con dos ya estás. El otro día los veía y pensaba "joder, qué buenos recuerdos". Sí, por qué no.
¿Se imagina siendo presentador y recibiendo un Goya como Dani Rovira?
Eso no, ese momento no quiero vivirlo porque, si no lo ganas, ya tienes cachondeo. Pero sí me gusta la idea de presentarlo. Es una fiesta que tiene las dos caras, mucha presión y mucho disfrute. El pacto es, no pienses en eso y, si alguien te llama, ya lo pensaremos.
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